Hace unos días encontré a mi sobrinita mayor emocionada cantando la canción de "Somos tú y yo". Al sorprenderla se sintió avergonzada y... la verdad es que me acuerda tanto a mí.
Todo lo que tuviera que ver con jóvenes, amor y bachillerato me cautivaba.... películas, novelitas, libros, series... Y siempre le pedía a Dios que no me podía morir hasta no vivir un amor como el que venden en la TV. Incluso en situaciones difíciles (y me acuerdo del Huracán George), me sentía confiada, porque sabía que aún no había vivido aquello y, como Dios y yo teníamos un acuerdo, sabía que mi momento aún no había llegado.... jejejejejeje!!! (parece mentira, pero así es).
Y yo que me creía ajena al Síndrome del principe azul... y sin embargo estaba hasta el tope de la cabeza zambullida en dicha ilusión.
Al ver a María me da un tremendo gusto porque sé lo que se siente estar así y es maravilloso, pero me da mucha pena porque me doy cuenta que ese amor no es real. Sé que son muchos los momentos en que uno se tropieza y se va de boca... se lastima y duele... sobre todo, enamorarse duele. Por más bonita que sea la relación, ya sea porque hieras a una persona que quieres o que te hieran a tí.. duele y lo que se siente no es tan bonito como lo que uno espera por tantos años.
Horas y días enteros soñando despierta desperdiciados esperando una situación que no hay garantías que pasará... porque aún con todo y todo, todavía sigo creyendo en el amor... Pero ahora quiero creer en un amor impersonal. Un amor a todo y a todos los que me rodean, a mi mundo, a mi familia, a mis amigos, a las cosas que me dan un servicio, a la humanidad completa, sólo porque son mis compañeros de viaje en este precioso planeta, en este momento.
